miércoles, 25 de julio de 2018

Diario para el olvido. Día 3


25 de julio de 2018

Esta mañana, en el bar en el que suelo desayunar, me ha alcanzado una lucidez lacerante: Al fondo una voz impersonal iba destruyendo noticias tras un carrusel de imágenes en bucle. La salmodia evangelizaba, traducía, guiaba dulcemente al rebaño ruidoso que se despertaba entre los golpes de la loza y el rabioso escándalo de la máquina tragaperras que ya retenía  a su primera víctima y la exprimía a fondo. 

Al salir, apestando a café y a desidia, me tropecé con un trío incongruente que, apostado tras grandes paneles bíblicos, vendía la salvación eterna con una sonrisa beatífica e irritante. Me detuve un segundo a observarlos: desplegaban toda su suficiencia contra aquellos que pasaban por delante sin mirarlos, pobres pecadores, seres inferiores que no serían salvados de la muerte eterna. Pecadores como yo que me aferro tercamente a esta vida imperfecta, cínica y hasta grotesca, con el convencimiento de que más allá sólo queda el olvido y la nada.

La ciudad es un hormiguero inescrutable y yo solo soy otro insecto invisible y fácil de aplastar. Pero al menos aún conservo la conciencia de mí mismo, aunque no sé por cuánto tiempo.
G.M.

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