viernes, 23 de febrero de 2018

Paisajes

El niño mira a través de la ventana  con sus ojos inquietos, ávidos de mundo. La calle fluye con un rumor de conversaciones afiladas y un griterío de motores furiosos. Abajo, muy abajo, se mecen las ramas destiladas del invierno, ateridas en la expansión minúscula de sus alcorques. Y el niño lo registra todo con esa seriedad mineral que tienen a veces los pequeños; esa seriedad que nos sobrecoge por la severidad pura de sus pupilas implacables.

Paloma Ulloa

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