miércoles, 27 de marzo de 2013

Monólogos del despropósito (1)



Después de una profunda reflexión, he llegado a concluir que “los mercados” (los lobistas, las agencias de calificación, Angela Merkel, el FMI, o quienes sean) están en lo cierto (o como diría mi madre: “tienen más razón que un santo”), porque hemos despilfarrado (confesémoslo todos en un acto de contrición) más allá de lo razonable ¿O acaso no somos todos culpables de haber comprado mortadela extra, incluso hasta con aceitunas, en vez de consumir la humilde mortadela de toda la vida (que ya no nos parecía suficiente: ¡Mierda de nuevos ricos!)?

No lo nieguen, lectores que intentan mirar hacia otro lado, con gesto de disgusto y hasta de vergüenza: Somos culpables.

Hemos alquilado o comprando viviendas que no podíamos pagar (porque los precios subían y subían y subían como si el ascensor “del mercado” no tuviese instalado el botón de stop), en vez de vivir debajo de un puente, que como todo el mundo sabe, es mucho más barato y hasta más ecológico.

Hemos derrochado, mes tras mes, comprando el abono de transporte en vez de hacer el recorrido desde nuestra casa al trabajo a pie (o en bicicleta) que es, desde luego, mucho más saludable (y evitaría esa imagen de vagos que tenemos los españoles y que parece extenderse por la Europa del Norte como un mal olor).

Hemos disfrutado ociosamente al sol, sentados en una silla de tijera en primavera mientras soñábamos con Saint Tropez (¡Qué desfachatez! Por gasto desmesurado de imaginación también deberíamos pagar una tasa, como para viajar. A fin de cuentas las dos cosas son un lujo).

Y, admitámoslo con todo el peso de la verdad y de la vergüenza sobre los hombros: Hemos consumido irresponsablemente una lata de berberechos y una cervecita fría todos los domingos, para celebrar el descanso semanal con la familia (¿Alguien ha calculado el costo anual que podríamos habernos ahorrado mojando un palillo en agua del grifo para sustituir este vicio tan feo?).

Sí conciudadanos, sí, como diría mi madre (que como todas las madres es muy sabia) “Las juergas se pagan” y a nosotros se nos ha terminado el “sarao”, como a los de Chipre, que acaban de descubrir (y de descubrirnos), que también ahorrar está por encima de nuestras posibilidades y que esas cosas se hacen en privado, y a ser posible en Suiza, porque ahorrar es como “tocarse”, hay que hacerlo cuando (y donde) nadie se entere.

Y para terminar, y después de haber analizado detenidamente el gran concepto de la verdad y la justicia, he llegado a comprender (y ustedes estarán de acuerdo conmigo como personas responsables que son) que, para aliviar el gran peso que algunos países del norte llevan sobre sus espaldas, los países del Mediterráneo, por haber sido bendecidos por la gracia de Dios con el sol, la comida mediterránea, las terrazas veraniegas, la cerveza fría y este gusto por vivir (que nos va a matar a todos), deberíamos pagarles un impuesto extraordinario, porque es de todo punto antidemocrático el reparto divino y de alguna manera habrá que compensarles, digo yo, no lo van a poner ellos todo.

Texto registrado

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta. Mucho sentido del homor y mucha "mala baba", como tú dices. Empar

Anónimo dijo...

Es cierto, deberíamos volver todos al "cine de las sábanas blancas" y al "pan con pan", que nos hemos pasado con la mortadela y hay que regresar a lo que piensan que somos: tontos. Bsss
Cu&Al

La Chica de las Burbujas dijo...

Me ha encantado tu reflexión y sobre todo me he reído mucho, que hacía tiempo que no lo hacía... menos mal que todavía hay gente que expresa sus opiniones y que lucha por la cultura más que "ellos". Eso no nos lo podrán recortar nunca!