miércoles, 3 de noviembre de 2010

Historia de unos pasos


Vincent Van Gogh

Gotea el brillo artificial de los zapatos de plástico, deformados de tantos malos pasos y de tantos tropiezos. Su limpieza digna evidencia la pobreza del caminante que bordea las aceras granadas de calzados deportivos, de tacones caribeños y de voces redondas.

Una mano inquieta rebusca las llaves tintineantes en el fondo del bolsillo desgastado, abre el portal taimado y huidizo, estrecho de espacio y de luces, palpa el fondo metálico del buzón descolgado de la pared y patea suavemente los escalones viejos como el tiempo.

Arriba, en la minúscula buhardilla, los pasos se amortiguan en el interior cálido de las pantuflas de invierno, reposan en el hogar destemplado y estático, perfumado a piel dormida bajo varias mantas, a comida fría y a café recalentado. Pero ahora su ritmo es cadencioso y arrastrado, remueven apenas una finísima capa de polvo que, casi enseguida, será atrapada por la escoba y la fregona, siempre dispuestas a la lucha; y se detienen cansados sobre el terrazo amarillento, junto al pequeño sillón azul.

Si tiene suerte y los vecinos de abajo encienden la calefacción durante algunas horas, el suelo se templará y será como vivir en primavera. El calor del infiernillo que él conecta cada tarde parecerá una hoguera chispeante y podrá reclinar la cabeza en el respaldo, acurrucado en una manta de viaje, para adormecerse soñando como un niño cansado de jugar.

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1 comentario:

LAURA ERRE dijo...

Hermoso y durísimo a la vez. Me ha conmovido. Gracias!