domingo, 10 de enero de 2010

Nieva sobre Venecia

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Nieva bajo la noche y el viento empuja una nostalgia inconsistente de cosas no vividas.
Caen los copos blandos sobre el agua, invaden los gruesos cascarones huesudos de las góndolas y fabrican la ilusión mágica de un mundo inexistente. A lo lejos, una luz tenue, mancha la bruma con un rastro fantasmal.
La ciudad duerme, los turistas reposan del frenesí de la conquista efímera. La humedad asciende como una maldición, agarrándose a los mármoles porosos, cansados de historias.
El cadáver respira, solitario, vuelto hacia sí mismo, tendido en el verdor enfermizo del agua mentirosa. Nadie ve sus cabellos escasos de vecinos, ni sus arrugas vacías de oficios y remiendos, porque con el último tren que partió a tierra firme, se vació de savia y, en la oscuridad, apenas palpita su pecho endurecido.
Sin embargo, cuando el sol levante de nuevo su mano protectora, la vieja dama empolvará de historias sus mejillas, se llenará su voz impostada de leyendas y de glorias (Bellini, Tiziano, Goethe, Wagner, Byron, Guggenheim) y danzará de nuevo la polka de la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Paloma, donde nieva es en Madrid :-)

Anónimo dijo...

¡cómo me gustaría poder estar ahí ahora!
Besos